viernes, 5 de marzo de 2010

Grilletes de soledad.

Tal vez un buen día, una mañana invernal; de esas en las que la cama parece el paraíso cuando suena el despertador volviéndote al mundo real tras una noche en la que las obligaciones y la rutina solamente habían sido meros mitos transmitidos de boca en boca en un lugar sin ley llamado sueño; te pares a pensar, mientras abrochas el último botón de tu pantalón, en aquella frase que alguien te dijo alguna vez y que hasta ahora no habías siquiera pretendido entender.

- Carpe Diem, resuena una y otra vez en mi cabeza... ¿Carpe Diem? ¿Qué es eso? Hasta ahora solamente me había preocupado de mis inevitables quehaceres, y por ello tengo un trabajo estable, dinero suficiente como para antojárseme cualquier cosa y una vida que se presume lujuriosa a mis treinta y tres años pero... ahora siento curiosidad.
¿He aprovechado realmente mi vida? Quizás sí, quizás no. Lo cierto es que a pesar de presumir en el restaurante de la calle La Palmer de ser un hombre hacendoso e inteligente no puedo hacerlo, como muchos de mis compadres, de haberme escapado por la noche en el encuentro de mi amada, y no porque no haya tenido, ¡que va!, no me quejo de ser desafortunado en amores, sino porque siempre tenía algo en mi interior que me empujaba a hacer lo correcto; o de haber sorprendido a mis padres con algo que no se esperaban, o de simplemente haber hecho lo que queria en el momento que queria. ¿Y por qué? Porque siempre tenía que estudiar, o mis padre no me dejaban porque creían que no era beneficioso para mí, o porque si lo hubiese hecho sin comentárselo a éstes me hubiese sentido peor que mal.
Bien, estoy hablando de padres y su consentimiento, es decir, de la niñez... ¿y por qué no hice tales cosas cuando no dependía de ellos? Pues porque la rutina me hizo no llegar siquiera a plantearme tales dichas.
Ahora, en este momento en el que mi trabajo hubiese sido lo más importante y el tema central de los comentarios de mis neuronas, estoy siendo algo más que un robot, que un autómata, estoy pensando en pasármelo bien... y me siento ilusionado.
Carpe Diem... mm.. ¡cuantas horas de diversión me perdí excusándome en los exámenes de latín, y quién me iba a decir que descubriría esto gracias a él! Es maravilloso... creo que esta noche me iré a un bar a agarrarme una buena cogorza con mis amigos.
¡Espera! no tengo amigos...

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