viernes, 5 de marzo de 2010

Apócope mental. Suero de tarados.

Me apetece escribir algo que me llene esa etérea ingravidez llamada alma por un segundo. Sí, por un segundo, porque la ambición arrastrará a continuación toda la complacencia hasta que ésta sea tan ínfima que no exista ni en el imaginario de las moléculas, y aparecerá el voraz hambre que ahora siento.
No es por falta de temas. Tampoco por falta de recursos a la hora de componer un par de líneas entrelazadas por una idea. Eso es de cerebros volátiles.
Lo que sucede es que si me dejase guiar por el aplomo de mis argumentados pensamientos me vería completamente solo, sin matización de concepto alguno acerca de esta palabra.
Quizás algún día, cuando el viento de la vida cambie de rumbo, sea infiel a la idea del "cuerdérrimo" Jorge Marnrique de no plantearse siquiera el hecho de encerrar sus fascinantes e íntimos pensamientos al escribirlos, y entonces alguien criticará mi falta de decisión y mi cobardía al afrontar mis problemas solamente cuando están en el instante más favorable a mi punto de vista.

Lo cierto es que nunca lo haré, porque más vale malo conocido que...

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